Aquella mañana, con las prisas, le dio un manotazo a su espejito de mesa, ese en el que se miraba para maquillarse y depilarse las cejas. El ruido de cristales contra el suelo le hizo pegar un pequeño saltito. Se agachó y recogió todas los trozos, que por suerte no eran más de media docena.
Tras la dura jornada de trabajo, exhausta, llegó a casa y, antes de quitarse el bolso, se tumbó en el sofá con los pies en alto. Entonces lo vio sobre la mesa, destrozado, y, haciendo un esfuerzo que no logró entender por qué, tomó el pegamento y se puso manos a la obra.
Comenzó a recomponerlo como si de un puzzle se tratase y, rodeada de un silencio de esos que pueden respirarse, pudo contemplar como, en aquel mudo reflejo, iba encajando cada parte de su rostro; sus ojos, su nariz, sus orejas, su boca.
Entre las grietas de aquel maltrecho espejo se observó como si fuera la primera vez que lo hacía. Se vio; sus ojos, su nariz, sus orejas, su boca.

Desde entonces, cada vez que alguien va a casa a visitarla, le preguntan por qué no se deshace de ese viejo y estropeado espejo. Ella se limita a sonreír para sí misma y, con una cierta ironía, contesta:
“Es el único en el que puedo verme”.
REFLEXIÓN:
¡Cuántas veces nos miramos en el espejo y apenas nos vemos! A veces, algo se nos tiene que romper para obligarnos a parar y no tener más remedio que observarnos, parte por parte, a nosotros mismos.
Nos identificamos con nuestro rostro pero, ¿no es nuestro rostro más que una composición de ojos, nariz, boca, orejas…? Si, eso somos, un puzzle que de vez en cuando hay que recomponer, un puzzle al que hay que observar unas veces pieza por pieza y otras en su conjunto.
¿Y si aplicamos esta concepción de nosotros como puzzle a algo más interno? En ese caso, podríamos decir que no somos más que un conjunto de “yoes” que encajan formando nuestro carácter; el yo madre, el yo padre, el yo trabajador, el yo juerguista, el yo perezoso, el yo ordenado… y que luchan por tener protagonismo en nuestra vida.
Te invito a ir más allá…
Somos múltiples yoes que encajan en nosotros pero tú no eres ni uno sólo ni la suma de todos sino ese observador que mira a través del espejo.