En la Calle

Como cada mañana, tomó su cuaderno y su lápiz y salió apresurada de aquel concurrido y mugriento piso, cualquiera habría pensado que llegaba tarde a trabajar.

Tomó asiento en el mismo rincón de su ya familiar portal, que parecía invisible ante el ajetreo de amigos que compraban regalos o tomaban café sonrientes.

Colocó su vieja cajita de cartón delante de sus pies y comenzó a dibujar. Lo que más le gustaba eran los rostros, esbozaba cada línea con la misma delicadeza que mueve sus caderas una bailarina oriental. Pero había otra cosa que aún le gustaba más: imaginar qué historias se escondían detrás de cada cara, ¿dónde irá esa mujer?, ¿en quién piensa ese hombre?, ¿a quién espera esa chica?, ¿estará enamorada?

Y así, mientras llenaba de rostros su cuaderno, creaba una vida para cada uno de ellos. Lo único que en ocasiones la sacaba de su éxtasis creativo era el tintineo de las monedas que, muy de vez en cuando, caían en su cajita. Entonces ella alzaba la vista y daba las gracias, sonriente, a personas que tan sólo eran capaces de sostenerle la mirada apenas el tiempo de un parpadeo.

Aquella tarde de diciembre, algo cayó entre el resto de monedas sin apenas hacer ruido. Cuando levantó la cabeza él ya se había girado y sólo pudo verle la espalda. Miró entonces a su cajita donde, entre todas las limosnas de aquel día, asomaba lo que parecía un dibujo. Lo tomó entre sus manos y pudo reconocerse. Su rostro, triste y cansado desde hacía tanto como el tiempo que no se miraba al espejo.

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En ese instante, la espeluznante, triste y sobrecogedora historia de su vida pasó ante sus ojos como si en aquel retrato pudiera leerse a sí misma.

 

 

 

 

REFLEXIÓN:

Compasión, según su origen griego está compuesta por dos palabras cuyo significado es “sufrir juntos”. Partiendo de esta acepción podemos decir que es un sentimiento humano que manifiesta a partir del sufrimiento de otro ser. Más intensa que la empatía, la compasión describe el entendimiento del estado emocional de otro, y es con frecuencia combinada con un deseo de aliviar o reducir su sufrimiento.

Hasta aquí puede resultar más o menos sencillo pero ¿qué hay de la autocompasión?, ¿podemos llegar a sentir ese “sufrir juntos” con nosotros mismos? Erróneamente creemos que la autocompasión es caer en el victimismo y en la lástima por uno mismo pero no es así pues, según la definición arriba expuesta, una persona autocompasiva es capaz de acompañarse a sí misma en su sufrimiento y, lo que aún resulta más difícil, ser comprensivo con su propio estado emocional. Partiendo de la base de que lo que mejor aprendemos es aquello que antes experimentamos por nosotros, la compasión por uno mismo nos llevará a un mayor acercamiento hacia los demás.

Paradójicamente, es más fácil ver a los demás que a nosotros mismos. Es más fácil sentir compasión por los demás que por nosotros mismos.

Pero si somos capaces de hacer esa mirada interior, respetarnos, sentirnos, escucharnos y amarnos a nosotros mismos, podemos llegar a sorprendernos al preguntarnos ¿esta o este soy yo?, ¿esta es mi vida?

Una vez llegados a ese punto, nos vendrá un hermoso y sereno sentimiento de que, en lo más profundo de nuestro ser, no estamos solos y, a su vez, veremos al otro más allá de lo que nuestra mirada nos permite.

8 comentarios en “En la Calle

    1. Si, se que es difícil pero así es. Se trata de amarse a una misma igual que amas a los demás. Sentir que puedes apoyarte en ti y que tu misma te acoges sin juicios, permitiendote reposar en tu propio regazo.
      Si, es difícil, pero sólo es cuestión de práctica.
      Besos!

  1. uffff es bastante complicado compadecerse de una misma y a la vez sentirse bien sin machacarnos y destruirnos por otro lado 🙂

    1. Si, en general es difícil permitirnos simplemente ser, suele resultarnos más fácil aceptar a los demás, con sus fortalezas y debilidades, que a nosotros mismos…y mismas.
      Un abrazo, Noelia!!

  2. Maria, justamente hace unos días hablaba de esta palabra y sus diferencias con la empatia y con la pena. Yo tuve la suerte de sentir autocompasión y fue el más dulce de los regalos que me hice a mi misma en mucho tiempo. Después de una fase muy complicada fue la única formad e perdonarme y desde ahí reconstruirme…pero es verdad que hasta que no estamos al límite no somos conscientes de muchas cosas. Una vez más tu cuento llega para darme luz y mucha paz…
    Gracias por contar y compartir tanto!
    un beso!

    1. Como siempre, es un placer leerte, querida Ángela!! gracias a ti por compartir con tanta sinceridad tu propia experiencia. Muchas gracias!!
      Un abrazo muy grande!!!

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